Los Oscos (Os Oscos en la lengua local) es una comarca interior asturiana formada por tres concejos que, bajo este apellido común, se corresponden con los términos municipales de San Martín (Samartín), Santa Eulalia (Santalla) y Villanueva (Vilanova), ocupando, en total, una superficie de 186,66 km² situada en la parte más occidental del Principado de Asturias, lindando ya con la provincia gallega de Lugo.
Al noroeste limita con el concejo de de Taramundi; al norte con los de Vegadeo (A Veiga), Castropol y Boal (Bual); al nordeste y este con Illano (Eilao); al este con Pesoz (Pezós); al sureste con Grandas de Salime y al suroeste y oeste con el gallego de A Fonsagrada.
Este territorio, considerado como de media montaña, en el que predomina el color verde y donde no falta un aire purísimo, con altas planicies, suaves y pendientes laderas, recias montañas, hermosos valles y ríos de aguas transparentes que lo cruzan, formando, en algún caso, profundos barrancos, tiene forma alargada de norte a sur.
Con una población total de 1.434 habitantes en 2007, la parte norte está ocupada por el concejo de Vilanova de Oscos, el más extenso y menos poblado de los tres, con una superficie de 72,98 km² y 411 habitantes. Al este se encuentra Samartín de Oscos, con 66,56 km² y 469 habitantes, hallándose al suroeste Santalla de Oscos, el de menor superficie con 47,12 km² y mayor numero de habitantes, 554, todos ellos en dicho año.
Las cotas de altitud oscilan entre los 1.202 m en la parte más septentrional (pico Filso da Bobia, en la Sierra de éste nombre) y los 200 m de la oriental (hacia el tramo final del Río del Hío), con una altitud media de 700 m.
Durante la primera mitad del siglo XX, los tres concejos aumentaron su población, comenzando a decrecer entre 1950 y 1960, como consecuencia de la emigración y el descenso del índice de natalidad, hasta verse muy reducida a finales de centuria, lo que traería como resultado varios pueblos deshabitados en los que crece la maleza y sus casas pierden progresivamente la estabilidad para convertirse en símbolos del abandono al lado de un terrazgo invadido por el monte bajo y el arbolado.
Hasta entonces, sus habitantes practicaron una agricultura cerealista de montaña destinada al autoconsumo, empleando para ello una tecnología atrasada que repetía usos y costumbres medievales, produciendo escasos excedentes ganaderos, frutales o artesanales que comercializaban en las ferias locales y comarcales.
Hoy, su principal fuente de ingresos proviene de una ganadería orientada a la producción cárnica, con algo de leche, y se ha incorporado el sector terciario mediante la red de alojamientos y restaurantes que trajo consigo el turismo rural, comenzando a implantarse también, en los últimos años, el sector secundario con la creación de algunos parques eólicos.
En cuanto al aspecto cultural, debido al aislamiento, se conservaron hasta hace poco tiempo significativas tradiciones y costumbres, y una lengua propia (a fala) con marcada influencia del gallego.